viernes, 10 de agosto de 2007

Fantasmas

Hace un par de horas camine hacia la biblioteca y tome un libro de García Márquez. Elegí una de sus páginas y comencé a leer. Como el resultado mi elección fue decidido por el azar nunca podré saber si yo busque aquellas paginas o fueron ellas las que me escogieron a mi. Pero ese es otro asunto.
Comencé a leer, decía, sobre historias que se encerraban sobre si mismas. Generaciones que repetían los errores de sus padres y solo sobrevivían por el anhelo de concebir hijos que consiguiesen perpetuar el legado de sus faltas.
Cuando levante la vista del libro ya empezaba a oscurecer. Deje el libro sobre la mesa de luz, salí de la habitación y, solo por costumbre (hábitos adquiridos), encendí el televisor. Me sorprendió encontrar sobre la mesa el periódico de la mañana, que creía ya muy lejos, viajando ya hacia zonas desconocidas en el camión de la basura. Con cierto desgano volví a revisar los titulares. Allí se hablaba de ciertas valijas, de alguien que ingresaba a la aduana sin declararla, de coimas y de funcionarios implicados. También se comentaba sobre la inminencia de todo tipo de crisis, la económica, la energética y la de nervios. Desde la televisión, me llego el sonido de una voz suave, con un marcado acento caribeño, que conminaba a los hombres a sumarse a la revolución bolivariana. Y desde mi ventana el insulto de las vecinas a un honesto ratero.
Fue entonces cuando la duda se apodero de mí. ¿Y si fui yo quien libero a aquellos fantasmas?
Ahora temo acercarme a la biblioteca. Quien sabe que siniestras consecuencias sobre la realidad puede tener la lectura inocente de un par de capítulos de un libro.

1 comentario:

Nicholas Van Orton dijo...

Tratá de no leer la biblia... mirá si la abrís en el Apocalipsis!

Muy bueno, saludos